Aventuras y desventuras de CUPIDO
No os imagináis lo cansado que es andar
lanzando flechas día y noche
con los ojos vendados y que encima te exijan puntería.
No os imagináis lo raro que es tener alas de pluma que apenas vuelan
ni el frío que paso en las noches de invierno.
No tenéis ni idea de cuánto pesa la aljaba
ni lo cansado que es parecer un niño cuando a viejo nadie me gana.
Es extraño, pero tengo trabajo en todas partes:
en bares, bibliotecas y colegios, en supermercados y
peluquerías, en aeropuertos y vagones de metro, en hoteles y
parques de atracciones, en estadios de fútbol y en panaderías.
Hago hablar a los tímidos, enmudezco al charlatán,
convenzo al más tozudo y al escéptico lo mando a rezar,
soy capaz de hacer que dos desconocidos se besen.
¿Y veis cuánto les favorece la herida de mi flecha?
Quedan radiantes de amor y de miedo.
Tengo flechas de dos tipos:
unas con la punta de oro, para sembrar amor,
otras con punta de plomo, para sembrar discordia en el corazón.
A veces solo acierto a darle a uno de los dos...
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